lunes, 30 de marzo de 2009

El caso fideuá III

El día 12 de Marzo llamó Fred a Astrid para encontrarse con nosotros, debíamos informarle de nuestras investigaciones, así que decidimos que ese día no iríamos en busca de eso que buscábamos, puesto que habíamos quedado con Fred para comer. Astrid me dio que el se quedaría recopilando datos en el hotel y yo decidí ponerme todo guapo de fallera infantil e irme a Alboraya a tomar una horchata. Entre en la horchatería Daniel, donde me pedí un katxi de horchata, un huevo de fartons y otros tantos danielets. Me puse a comer, que buenos, pero que buenos estaban, y ya sabéis lo que me pasa, que mientras como me abstraigo del mundo, no me entero de nada, solo veía el farton en mi mano, que untaba cuidadosamente en la horchata y luego me llevaba a la boca, mientas escullaba la horchata y lo comía ávidamente, y el sabor de la horchata y el farton inundaban mis sentidos, me transportaban a un mundo mejor, un mondo de sensaciones, de placer y…

Algo me golpeo en la cabeza, me sentí mareado, empecé a ver borroso, sentí como mi cabeza se acercaba a el katxi de horchata, sentí la horchata fresca sobre mi cara, alguien me ataba, me tapaban la cabeza, me volvía a golpear en mi cabecita y todo se puso oscuro muy oscuro, mas allá que para acá sentí que me movían, me montaban en un coche y caí desmayado.

No recuerdo mas, hasta que abrí los ojos, me encontraba, vestido de fallera por supuesto, en una nave, atado en una silla y con la boca tapada, en ese momento pensé que me habían secuestrado, y esos cabrones lo iban a pagar muy caro, nadie, pero nadie, osa secuestrar a Lori mientras está almorzando.

Vino un tipo con la cara tapada, me dijo que teníamos que hablar, estaba de acuerdo con el, hay que ser muy cabrón para impedir que la fallera infantil se tome una horchata a gusto.

Me dijo que fuese a tomar el pelo a otro, que el y yo sabíamos que yo no era la fallera infantil, ¿no?, ¿no lo era?; que disgusto, empecé a llorar, me quitas la horchatas y el título, eres un desaprensivo le dije.

No te hagas el tonto, me decía, tu y yo sabemos por que estás aquí, y la verdad lo mismo el lo sabía, pero yo no tenía ni la menor idea.

No se de que me hablas contestaba yo una y otra vez, el insistía no te hagas el tonto, me dejo reflexionar un rato, me dijo que le estaba cabreando y que en una hora volvería para ver si yo quería hablar.

Me quede tranquilo en mi silla, recordando la horchata perdida, me sentía miserable, ay mis fartons, tan ricos, ay.

Había un reloj en una de las paredes de la nave, vi que eran las tres y media de la tarde, ¿me habrían echado en falta Astrid y Fred en la comida?, ehhhhhhh, empecé a chillar, cabrones, cabrones, sois unos cabrones, ehhhhhhhhhhhhhh.

Nadie contesto, Fred y Astrid ya se habrían ventilado la fideuá.

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